sábado, 24 de enero de 2009

Acerca de Juan y el amor

Al pensar en el amor no sé bien qué es lo que pienso. Me pregunto además si es que puede pensarse el amor. Pienso que es más cosa del sentimiento, pero no lo sé ciertamente. Amar a un hermano, por ejemplo, se siente. Pero, ¿se piensa?Amar… En el fondo, ¿qué es amar?
I
Quiero dormir porque no soy feliz. Tengo una sensación en el pecho y en la boca del estómago como de tristeza líquida, como de angustia que no sabe adónde ir. Me siento horrible, con un llanto enorme que no se resuelve. No sé qué hacer con mi vida. Pasan los años y nada me conforma, nada está bien. Tengo miedo de no encontrar nunca lo que busco, de no poder “ganarme la vida”, de ser uno más que sufre y nada más. Tengo miedo y quiero llorar. Pero no quiero.
II
Juan Baunes se levantó de la silla de madera, corrió contra las paredes de la habitación, se golpeó la cabeza, cabeceó ladrillos una y otra vez como un paquicefalosaurio enardecido mientras la sangre hacía de él una criatura roja y abominable. Cayó al piso exhausto, agitado como un huracán. Levantó los ojos al cielo y, no sabiendo qué hacer, las lágrimas temblaron en sus ojos. No sabía por qué estaba llorando. Y todo fue tristeza en el universo.
III
Vos que sabés que todo está perdido, amiga, vos que oís los alfileres divinos, que ves a la distancia los detalles de la furia, las sirenas salvajes que comen leones, vos decime, sí, cómo explota el universo, y por qué vamos a morirnos cuando la canción termine. Decime por qué hablamos de lo que no existe, por qué vemos entre la sombra. No quedan más deseos que saciar, todo fue consumido, todo fue probado, todo lloró entre mis manos, toda la luz se partió en mis labios, todo dejó de respirar en mi abrazo terrible.Sólo me queda una cosa: destruirme de amor. Hablar con la lluvia, despertar al sol, elegir la libertad absoluta. Abrir la boca para devorarme el cosmos, rajar los espejos de la incertidumbre, volverme maravilla, hacerme de polvo de diamante. Amiga, no cantamos porque sale el sol. Si no fuera a salir sería distinto. Amiga, sólo sé de cuellos, no conozco el amor.Todo esto le decía a mi amiga de los bosques, mi fiera entre sueños. Se lo decía porque no podía sobrevivir de otra manera. Precisaba escribirle como uno que tiene sed. Y fueron tantos los días que estuve solo que ningún dios se atrevió ya a visitarme. Y ya no tenía cosquillas en el estómago. Siquiera sé si tenía estómago. Me burlé del amor por no poder hacerlo. Y ella que tenía mis secretos en sus manos, ella que veía a través de mí, que oía las palabras que yo nunca decía, ella…
IV
Hoy era un día especial para Juan. Como si alguno no lo fuera – es sorprendente pero algunos no lo son. Hoy era porque mañana estará de vuelta en Buenos Aires. Adiós al mar, adiós a la cercanía de las olas, al viento enamorado, a la arena cariñosa, al cielo estrellado, al horizonte limpio.Sin embargo, se preguntaba Juan por qué no pudo este año disfrutarlo y amarlo como otros años. Recuerda cuando niño venía con su familia, con papá y mamá y su hermanita Victoria. Recuerda su amor de niño, cuando adoraba y amaba todo de una forma tan limpia, tan pura. No precisaba esfuerzos para amar, la vida era amor contagioso, no había nada que pedirle a los dioses, todo estaba ahí, en él. ¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Qué pasó con la inmensidad del mar? ¿Qué pasaba con los árboles, los pinos, el cielo? ¿Dónde estaba todo? ¿Por qué se fue Dios?, pensaba. ¿Adónde está el amor?De niño sólo debía ocuparse de ser feliz. Sólo había que saciar deseos y deseos y más deseos. Era sólo eso. Quería hacer algo y lo hacía, siempre había una puerta abierta. Nada separaba al niño del mundo. Pero los deseos se harían cada vez más y más pretensiosos y el mundo comenzaba a apartarse. Los deseos crecían y Juan se empequeñecía.
V
Juan Baunes tiene frío de vivir. Toda historia es historia de amor, no hay caso. No hay suceso en el mundo que no tenga la huella de un amor. Ésta que narro acá es solamente una de las notas del inmenso acorde. Y si este Juan Baunes conoce este amor, es porque es hombre. Y si esta mañana Juan bajó verdaderamente por la escalera que daba a la biblioteca fue porque en cada paso, en cada peldaño, ponía Juan su vida entera. Y si le falta que lo amen, si siente acaso que está muy solo en la gran ciudad de la soledad, entonces saldrá él al mundo en busca de criaturas a las que también les falte el amor. Y hace así de su necesidad su comprensión. Y no entiende cómo puede sentirse tan triste algunos días – o si es que la tristeza lo siente a él -, no entiende cómo, si nadie le prometió una vida y, sin embargo, vive. Si esta vida suya era como una vida que no es suya, como un regalo de algún regalador o de quién sabe qué cosa amante y dulce que emana de pronto vida por doquier, y que ama quizá sin saber lo que es ser amado. Porque cuando el cuento termine, este gran cuento de la creación, nadie exclamará: “Bueno, luz, ¿qué te debo entonces?” No, no, a nadie le importará entonces la luz, nadie querrá pagar entonces. Y mejor así, porque el amor no se comercia.Entonces, al entrar Juan en la biblioteca, habiendo tomado esas “Memorias de un loco” de Flaubert para su minucioso estudio, se preguntaba ahora qué abismo era ese en el que saltaba este librito, qué abismo era ese del que hablaba Flaubert y por qué parecía estar tan triste al querer saltar, y por qué él, Juan Baunes, se sentía tan comprometido con ese salto y tan adentro de la novelita esta.Y así revisó en otros libros para ver si descubría algo, pero todos tenían en común que no se ponían de acuerdo, y le pareció a Juan, por un momento, que el caos era verdaderamente la esencia del universo. No sabemos por qué metió a todo el universo adentro de ese caos pero, en fin, hubo – por fortuna, siempre las hubo - frases que lo tranquilizaron con cierta claridad en medio de aquella densa humareda. Eran frases que, de algún modo, lo salvaban de todas las demás frases. Porque para eso se escriben libros enormes, para encontrar esa única frase o esas dos o tres que nos salvan, gracias.
VI
- “¿Quién me manda a hacer este estudio?”, le preguntaba un día Juan a su amigo Héctor.- “Y si no lo sabés vos…”- “¿Me decís algo acerca del amor, Héctor? ¿Te enamoraste alguna vez?”- “Yo me enamoré una vez, ¿sabés?”, decía Héctor con una congoja que se le notaba y podía casi palparse con las mismas manos. “Pero ahora ya no quiero hablar de amor.”Y lo decía Héctor todo esto con un nudo en la garganta tal que Juan se sentía efectivamente atado al nudo de la garganta de su amigo.- No sé lo que es el amor porque me siento muy triste por el amor. Me decepcionó a mí el amor, Juancito. No creo en nada ahora. No sé si quiero creer ya en algo.Y las palabras de Héctor daban una a una en el fondo del alma juanina y sonaban como piedras que se lanzan a un poso, pluc, pluc, el agua y el silencio por doquier. Y Juan, que era sensible como una nube, tuvo que agachar la cabeza a fin de que su amigo no lo viera llorar. Y mientras volvía a su casa esa tarde, pensó en todo aquello que dijo su amigo y recordó también su historia.
VII
Él la amó como un loco - ¿hay alguna otra forma de amar? La amó como un loco que trasciende su lugar, uno que va al más allá y cose realidades del otro lado. Pero ¿eran realidades esas realidades? ¿La amó alguna vez?- ¡Héctor! ¿Yo la amé? ¿La amé, Héctor? Decime, ¿la amé?- ¡Pará! ¡Pará! Calmate. ¿A quién amaste?- ¡A ella, Héctor! ¡A ella!- ¿Pero cómo te lo voy a decir yo eso? Si no lo sabés vos, mi amigo, no lo sabe nadie.- Sí, la amé, pero es que siento que fue tan frágil, que yo creía que era algo seguro, algo consistente, ¿entendés? Pero ahora resulta que se rompió, que se nos cayó el amor al piso y se rompió todo.Héctor, en este punto, solamente echó un suspiro. “¿Qué cosas faltan en el mundo?”, pensó silenciosamente.
VIII
Una noche estaban Juan y Héctor tomando mate y mirando las estrellas.- ¿Ves esa?- ¿La que brilla?- Todas brillan.- Bueno, me entendés, la más brillante.- Sí, esa. ¿Te parece, Hector, que brillaría así si no la estuviésemos mirando? ¿O brilla porque sabe que la estamos mirando y quiere encantarnos más que las demás? ¿Por qué brillamos, Héctor?- Creo que no sabe ni que brilla. Es como nosotros.Juan sacó su libreta y anotó: sería lindo brillar. Lo bello de la belleza es que no tiene una razón de ser. Después se fueron a dormir.Sería lindo brillar quedó danzando en su mente. Y se acostaba y sería lindo brillar, acomodaba la almohada que le gustaba más bien de un lado que del otro. Y sería lindo brillar, los ojos se le entornaban y el sueño a su lado comenzaba a envolverle tiernamente, y era el amanecer en una montaña muy verde. Sería lindo brillar, como un verde de metal que reflejaba luces hacia todos lados, y estaba caminando desnudo y al alba recurría, sería lindo brillar, el sol naciente bañaba su rostro y en sus ojos resplandecía, invadiendo de calor todos los colores, y abría el sol dulcemente en las pupilas de Juan el punto más brillante. ¿Por qué me alumbrás?, decía Juan. Por eso, porque sería lindo brillar. Simplemente, sería lindo brillar.

Martin Godino

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